martes, 3 de abril de 2012

Un día me esperaba a mí mismo:

"También soy pintor, dijo Guillaume a Rouveyre, y podré utilizar mi pluma como un pincel, al igual que tú utilizas tu lápiz como un punzón con el que grabar la esencia de todo aquello que ves".


Confieso mi obsesión por Guillaume Apollinaire y culpo de la misma a Miguel Ángel Ortíz Albero, a la editorial Jekyll & Jill y a un libro titulado Un día me esperaba a mí mismo. 


Todo comenzó una tarde de esas en las que sólo te apetece esconderte en tu rincón con un libro y dejarte llevar por la imaginación ajena. Sin saberlo, me encontré observando el mundo a través de los ojos de un artista que no escribía poemas, sino que era poesía en si mismo e impregnaba todo su mundo de ella. Indiscutíblemente, todo esto derivó en una relectura (es lo que ocurre cuando te permiten meterte en la piel de un otro tan intenso), acompañada de su antología poética (fragmentos de esta joyita + poemas = elixir divino).


Y no digo más, quien quiera disfrutar de una droga que no mata y si  enriquece, ya sabe lo que tiene que hacer.




No hay comentarios:

Publicar un comentario